Por: Less. Estudiante de la Facultad de Historia del Arte
La presencia en La Habana de los miembros de la AICA en su 49º Congreso Internacional significó –para quienes formamos parte del gremio cultural cubano– la oportunidad de involucrarse en la circulación de ideas relacionadas con la disciplina de la crítica de arte fuera de nuestro territorio. El interés por fomentar el intercambio entre los creadores nacionales y las personas que han contribuido a visibilizar y valorar la producción de artistas diversos en las últimas décadas, se concretó finalmente con la visita al Estudio-Taller del dúo Serones. En un afán de extender algunos de los lenguajes estético-formales recurrentes en las jóvenes generaciones, el espacio acogió el trabajo reciente de una pequeña representación del movimiento artístico nacional emergente.
Entre los presentes –además del dúo citado– se encontraban Michel Chailloux, Karlos Pérez y la plataforma creativa Stainless, vinculados en especial a lo pictórico desde hace algunos años. Dentro de este elenco, se descubre en los Serones la presencia históricamente sólida del paisaje como temática plástica. En sus obras, el tópico alcanza notabilidad desde lo matérico y, en términos espaciales, elucubrando territorios inhóspitos y distancias quiméricas. El caso de Michel Chailloux, por otro lado, rinde culto al paisajismo desde la afinidad por lo zoológico. Este aliciente es convocado por el artista en ámbitos que presuponen realidades incompatibles. Entre tanto, en la poética de Karlos Pérez lo plástico se traduce como el resultado de un proceso creativo vinculado directamente con la fotografía y el deterioro. Las imágenes resultantes en sus lienzos son una suerte de pastiche fotográfico de imaginarios sociales, donde no escapan el desgaste ni las grietas de los rollos originales. Por último, Stainless propone un discurso estético sostenido en la obsesión por lo repetitivo, la alteración de motivos y el gusto por lo kitsch que suelen rozar –en ocasiones– lo excéntrico. Hay en sus trabajos, al mismo tiempo, un apetito por la desacralización y lo burlesco que empatiza con el espíritu posmoderno.
Sin mayores pretensiones, la visita se ciñó al encuentro y al intercambio. Minúscula y reducida, la nómina solo expresó el registro del choque entre estos entes culturales.