Memorias Pendientes reúne la producción más reciente de Adrián Fernández, en la cual fotografía e instalación se unen para dar vida a una propuesta expositiva que explora la relación entre memoria y arquitectura, ideología e historia. Inaugurada el 20 de marzo en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam y cerrada poco después, a causa de la COVID-19, la exposición ha reabierto sus puertas desde el martes 7 de julio con la invitación a disfrutar –en la soledad y el aislamiento que la situación epidemiológica aún nos exige– de un relato en el que lo documental y lo conceptual se cruzan en el terreno de la ambigüedad y la duda.
Marcada visualmente por la acumulación de estructuras inacabadas y derruidas, la selección de piezas que da vida a esta muestra personal hace referencia a los restos de una sociedad sostenida por el recuerdo de un tiempo que nunca llegó. Al decir del propio artista: “Las construcciones funcionan como metáforas de los restos inertes de una sociedad sostenida por el fundamento espectral de la memoria. Los residuos de un pasado épico que ahora aparecen como ruinas de la ficción que aún nos queda por vivir”.
Las obras, más que objetos aislados, se presentan como archivos capaces de configurar un discurso que apela a la articulación y recuperación de la memoria individual y colectiva. Son entidades engañosas que, a pesar de su posible vínculo con escenarios familiares, provocan extrañeza; alteran la percepción no solo de la realidad física inmediata y su posible contextualización geográfica sino también la de los sistemas de pensamiento, que se hallan en sus orígenes, y de las raíces utópicas sobre las que estos se han elevado.
Un encuadre perfectamente centrado, como cabría esperar de un fotógrafo experimentado, y un cuidado tratamiento de la luz y la distribución espacial contribuyen a crear una relación simbiótica entre las fotografías de pequeño y gran formato y las piezas de carácter escultórico. Ellas, eliminando cualquier rastro de presencia humana o carácter anecdótico, enfrentan al visitante con la más pura realidad material. Saltan a la vista enseguida las referencias estéticas al constructivismo y al movimiento futurista; cabe también pensar en una aproximación a sus presupuestos conceptuales, a las ideas de la nueva sociedad y del hombre del futuro. De ahí un despliegue visual y museográfico que apela tanto a la idea de excavación arqueológica (pasado común, memoria compartida) como a la de sitio en construcción (proyecto inacabado, posibilidad de concreción).
Dice Fernando Castro que las fotografías no son únicamente el reflejo de lo que estaba ahí, son también la conciencia de la desaparición, una suerte de memoria portátil. Si es así, Memorias Pendientes no es solo un intento nostálgico por conservar un recuerdo en imágenes: es un estímulo dinámico para generar comentarios críticos, asociaciones de ideas y de experiencias personales y nacionales sobre el peso que la historia y las ideologías del pasado aún tienen en el presente. Y de la influencia que pueden ejercer sobre nuestros futuros.
Lisset Alonso Compte
Imágenes cortesía del artista