Una vez más Agustín Hernández recurre al humor para comentar circunstancias de su cotidianidad. Ahora se trata de la emergencia sanitaria impuesta por la propagación del nuevo Coronavirus. El aislamiento social, el bombardeo informativo, el enaltecimiento del personal médico, son algunos de los tópicos que busca ilustrar desde las herramientas de que dispone en su ordenador.
Agustín ha debido alejarse temporalmente de la docencia, la pintura y la escultura para quedarse en casa, tal y como recomiendan los especialistas del mundo entero. Entonces decide bocetar en la pantalla para no dejar “enfriar los motores”. Recurre a la profusión de signos que le “asaltan” y decide “barajarlos” con el acostumbrado arsenal de su repertorio personal.
Según el propio artista, nacido en Camagüey en 1978, “La amalgama semántica a la que estamos sometidos entre siglas y números sintetiza la idea de muerte y desolación, cambia nuestras prioridades, nuestro tempo vital y trae como rezago nuevos parámetros a toda creación humana.”
“Sin dramatismo compulsivo, con cierto viso jocoso y un marcado ahorro de recursos, simplemente agarro la idea y la exprimo en una especie de experimento de catarsis… De eso se trata precisamente: No dejar que pase un día en tu vida sin que cuente. Respira el instante, respira…”
Tomar distancia nunca fue tan bien valorado. Tampoco respirar nos parecía un trance peligroso. Pero así andamos, ante un nuevo orden vital… Mientras tanto Agustín trata de lidiar con sus propios demonios desde su bastión en el habanero barrio de Miramar –solo abandonado por alguna cola impostergable.
Isabel M. Pérez Pérez
Imágenes cortesía del artista