En nuestro país no se ha convertido en práctica frecuente la valoración crítica del quehacer de los profesionales del Diseño, porque caracterizarlos y situarlos en el rango cultural que les corresponde, implica una reflexión más compleja y relacional que aquella desplegada respecto del arte de creación o el arte de mercado (donde priman paradigmas estéticos o retóricas especulativas bastante generalizadas en su uso). Muchos de los valiosos aportes de la producción diseñística suelen quedar –con sus autores– fuera del reconocimiento recogido por libros y publicaciones periódicas.
Sin embargo, en el contexto cubano hemos contado con diseñadores cuya dinámica y autenticidad en el uso del oficio y de las posibilidades imaginativas, coherentes con su campo de expresión, sobrepasan con creces a las de numerosos artistas visuales de tipologías tradicionales y contemporáneas que no hacen más que seguir las pautas heredadas de un modo de hacer, copiar modelos de construcción y códigos aceptados en la circulación museográfica y comercial internacional del sector. O de repetirse al infinito para dar la impresión de poseer un estilo enraizado. Entre esos casos de artífices del diseñar, provistos de fecunda y personal trayectoria, se cuenta Carolina García Domínguez, quien desde muy joven viene afirmándose en el difícil ejercicio de dar forma y visibilizar significados como respuesta a peticiones de sentido público y utilidad cotidiana.
A partir de la primera impronta formativa, recibida de un padre con sólida experiencia en el trabajo de diseñador, así como de los conocimientos adquiridos en el habanero Instituto Superior de Diseño (ISDi), Carolina ha podido armar su modo de enfrentar las tareas propias de las esferas editorial, comunicativa, ferial y de la moda. En todas ha puesto de manifiesto un notable ajuste entre principios técnicos de organización y estructura visual, requerimientos ópticos y sicológicos de la percepción, y los indicadores de su personalidad. Tal parece que la misma presencia fisonómica fuerte y hermosa de mujer que posee, se proyectara mediante resultados gráficos y espaciales de sus realizaciones en la configuración de libros y revistas, catálogos y folletería; e igualmente en la señalización para las exposiciones, la publicidad destinada a distintos medios y una concepción formalizadora del vestir sumamente actual, que recurre a los significantes y signos o los glifos propios de la industria editorial, convirtiéndolos en formas, texturas y metáforas de los revestimientos que completan, animan y cargan culturalmente al cuerpo.
La obra de Carolina activa con efectividad la necesaria condición dialógica, sensorial, y a la par racional, de esa zona del diseño. Se vale de un código híbrido personal que funde el valor emocional y simbólico de los colores, la morfología atractiva de letras y números, los componentes atencionales y áreas de descanso receptivo, la dirección y organicidad de las composiciones, además de ciertos atributos embellecedores de la visualidad provenientes de esa íntima poesía profesional que sus ojos nos revelan.
En lugar de reiterar soluciones, que adaptaría mecánicamente a cada problema, moviliza un amplio prisma de observación y un método abierto capaz de tomar de la física, la lógica, los referentes tecnológicos, la historia del suceder diseñístico y el arte, cuanto le sea adecuado poner en movimiento para generar la envoltura, el contexto artificial o la imagen inductora que han de nacer a raíz de una integración de lo funcional y lo atractivo. Sabe que debe ofrecerle legibilidad y placer a los lectores de los impresos que conforma; que la escena pública y un ámbito ferial requieren el uso de las “gestalt” y los textos evidentes para la orientación de las personas; y que un desfile de modas no debe ser otra cosa que un performance o puesta en escena espectacular que, desde la provocación imaginativa, trasmita estímulos a los espectadores y los compulse a consumir las propuestas para el vestir que ella, con la complicidad de Isabel M. Pérez, propone. De ahí que los diseños de Carolina cumplan objetivos mundanos y culturales sin renunciar al sensualismo y la sugestividad que emiten.
Manuel López Oliva (artista visual y ensayista de arte)