La décimo séptima edición de la Feria Zona Maco estuvo bastante bien organizada desde el punto de vista operativo. El aspecto que más contribuyó en ello fue el diseño de distribución del espacio, que permitía un acceso rápido, fluido, hacia todas las áreas de gestión (venta de entradas, acreditación de prensa, buró de información, galerías, distribución de catálogos, servicios de cafetería, restaurante, y puesto médico). Todo se encontraba integrado en un mismo espacio, amplio y delimitado a la vez, por el que te podías mover sin dificultad, especialmente en los días que la afluencia de público no era tan intensa.
El orden básico de las exhibiciones se estableció a partir de 4 grandes zonas: la de las galerías destinadas a mostrar la producción contemporánea y moderna; la de los espacios convocados para presentar el trabajo de equipos y diseñadores; la de las editoriales y publicaciones de arte (en la que estaba el booth colectivo donde participó Artcrónica); y la del segmento dedicado a la promoción y comercialización de antigüedades. Y toda esta disposición aparecía documentada en los sueltos promocionales; señalizada en esquemas gráficos ubicados en las áreas de mayor circulación.
Pero a pesar de la oferta amplia, heterogénea, de comercialización de la Feria (había más de 210 galerías), pienso que -desde el punto de vista curatorial- los coordinadores pudieron haber sido todavía más precisos en cuanto a la segmentación de los paneles de muestra, teniendo en cuenta la procedencia temporal o el perfil técnico y metodológico de las obras en exhibición. Mientras uno recorría la feria, experimentaba a veces una especie de sensación laberíntica, de entrecruzamiento ambiguo entre las obras de artistas emblemáticos de la contemporaneidad y la producción visual concebida por creadores actuales; situación que debió haber sido más compleja de afrontar para los visitantes jóvenes o aficionados, desconocedores de los procesos artísticos y sus matices históricos. De igual modo se percibía una mezcla un tanto perjudicial entre las piezas conceptuales, realizadas a partir de códigos y procedimientos legitimados, y las obras que incorporaban artificios más artesanales, tendientes hacia un perfil decorativo y de diseño ambiental. Intercalado entre toda esa extraña amalgama visualidad, se descubrían entonces unos pequeños nichos de ironía; algunas obras con interpretaciones mordaces que, por su alcance formal y alegórico dentro del contexto, pudieron haber tenido un mayor protagonismo dentro de la Feria.
David Mateo
Fotografías Belkis Martín