Desde finales del pasado junio y hasta el venidero septiembre, Rafael Consuegra presenta Paisaje cotidiano II en el taller-galería Corral Falso 259, ubicado en el capitalino municipio de Guanabacoa y dirigido por el también artista Tomás Núñez (Johny). Una vez más las esculturas y ensamblajes de Consuegra buscan adentrarse en su personal perspectiva de lo humano, donde prevalece una reflexión sobre la imperecedera condición violenta de nuestra especie, más allá de los tiempos y las circunstancias.
Consuegra nos presenta un conjunto de piezas de excelente factura, en las cuales mezcla materiales, procederes y técnicas en aras de concretar una suerte de “objetos-fetiche” alusivos a la tortura, el dolor y la reclusión. Siempre desde la ironía y el sarcasmo, pareciera presentarnos un arsenal que opera más en lo psicológico que en lo físico; más desde el artificio que en la realidad, en un ardid por des-dramatizar lo evidente y entrampar los sentidos.
Según Rafael Acosta, en su texto de presentación, en esta expo personal “hay un evidente esfuerzo reflexivo en cada una de las piezas, una tentativa por producir sinergias entre lo simbólico y su relación con lo espacial, o lo que es lo mismo, una manera propia de pensar desde lo escultórico. La madurez ideo-estética de Consuegra se pone a prueba en esta muestra. No le interesa tanto lo volumétrico como el mensaje mismo, es una exposición entronizada en los códigos más usuales y actuales del denominado arte contemporáneo”.
Sin despegarse de lo autorreferencial, a través de unos “paisajes cotidianos” ensaya Consuegra una controversia con el bregar de todos los días. El sujeto común frente a la informatización de la sociedad y el influjo de las redes, la degradación del entorno natural, la propensión al uso de la fuerza…
Estamos ante otra vuelta de tuerca en la ejecutoria de un artista que, recurrentemente, exorciza sus propios demonios y nos los presenta desde un extrañamiento a la criolla, sazonando con humor y cierta ternura lo que de otro modo solo fuera desconcierto y conmoción.
Isabel M. Pérez Pérez
Imágenes: Belkis Martín