Caramelos, pilas de papeles, relojes, espejos, cortinas o vallas publicitarias son algunos de los materiales de los que se sirviera Félix González-Torres para crear poderosas y poéticas obras que desafían al espectador y le animaran a construir su propia narración. Félix González-Torres. Política de la relación, comisariada por Tanya Barson, reúne unas 40 piezas y explora con ellas una interpretación de su trabajo a la luz del discurso poscolonial y las historias conectadas de España, el continente americano y el Caribe, especialmente en la medida en que inciden en lo personal a través de cuestiones como la memoria, la autoridad, la libertad y la identidad nacional. Subraya la influencia decisiva de su obra en la estética “queer”.
Coincidiendo con los 25 años de su muerte, la institución barcelonesa estructura la muestra a lo largo de cuatro salas, cada una de las cuales se centra en un conjunto específico de las problemáticas tratadas por el artista: Política, autoridad, juicio y memoria; Pareja, relación física, amor y el diálogo entre mutabilidad y eternidad; Viaje, emigración, exilio, turismo y la huida/libertad; Patriotismo, militarismo, machismo y deseo homoerótico. Estos temas se despliegan a través de la presencia de las obras más allá del museo y se interrelacionan a lo largo del eje expositivo: la Fundación Mies van der Rohe, la Rambla del Raval y el lateral del Auditori de Barcelona. Conjuntamente, estos espacios constituyen los cinco “capítulos” que comprende la exposición.
El trabajo de Félix González-Torres desafía al espectador mediante estrategias y códigos clandestinos, como el uso sutil del lenguaje en sus títulos, que en algunos casos se convierten en un tipo de contraseña, o con el uso recurrente de objetos aparejados, los cuales, como símbolos de igualdad y de “amantes perfectos”, pueden aludir al amor homosexual a la vez que rehúyen la censura. El propio artista afirmaba: “Necesito que el público complete el trabajo, que me ayude, que asuma la responsabilidad, que se convierta en parte de mi trabajo, que se una”.
“El acto de mirar un objeto, cualquier objeto, se transfigura por género, raza, clase socioeconómica y orientación sexual”, creía González-Torres, a quien le gustaba fomentar la multiplicidad de lecturas de unas obras que titulaba invariablemente: Untitled. Aunque a continuación encerraba entre paréntesis su significado íntimo. Como el espejo azul (Miedo). Las propias palabras del artista, así lo explican: “Puedes ser destruido por amor y como resultado del miedo. El amor es muy peculiar porque da una razón para vivir, pero también es una gran razón para tener miedo, para tener mucho miedo, para estar aterrorizado de perder ese amor…”.
Félix González-Torres (Guáimaro, Cuba, 1957-Miami, Estados Unidos, 1996) conoció España cuando, en 1971, abandonó Cuba para ir a Madrid, antes de establecerse en Puerto Rico. El artista comenzó estudios de arte en Puerto Rico y los prosiguió más adelante en Nueva York. Desde la perspectiva del desplazamiento identitario del exilio, su obra habla de una política de identidad compleja y antiesencialista, rechazando las categorizaciones simplistas en las que a menudo se la incluye: una política que permite acceder a su obra en los diferentes contextos español y latinoamericano.
La exposición de Félix González-Torres en el MACBA (Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona) se mostrará hasta el 12 de septiembre y su intervención en el Pabellón Mies van der Rohe, hasta el 1 de abril de 2021.
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