Hay algo de morbo en la problemática de género, cierta sensación de expectativa, un rejuego oculto entre miedo y deseo que espera y rechaza, por adelantado, la propuesta. Quizás su magia esté en la transgresión eterna de la historia, en esa desarticulación desgarradora de una imagen diseñada –o disimulada– para el progreso del sinsentido patriarcal.
Amora, la exposición inaugurada el pasado 7 de septiembre en Galería Habana, aparenta no tener mucho de eso. De hecho, esa feminización del término amor incide sobre todo en la nómina (compuesta por Adriana Arronte, Ariamna Contino, Adislén Reyes, Dayana Trigo, Glenda León, Glenda Salazar, Lidzie Alvisa, Mabel Poblet, Plastic Guajiras y Rachel Valdés) y en ciertos puntos de vista sobre un concepto múltiple en su comprensión.
En Amora la óptica es más femenina que feminista. Al final, su objetivo no es arremeter contra el deteriorado dominio machista o ilustrar los estigmas de la opresión –aunque algo de ello se respire en una que otra pieza. Amora más bien resulta un todo compuesto de experiencias individuales que interpretan una arista determinada del amor como concepto.
Cada obra construye un universo singular, extrapolado tanto a la pintura o el dibujo, como a la fotografía, la instalación, el performance o el video. Permiten descubrir, a través de frases que sirven de pie forzado, todo un mundo de impulsos subjetivos, poner en juego lo que sabíamos o creíamos saber. En este sentido la muestra se carga de poesía y, en última instancia, también logra derrumbar castillos desde la sutileza en su palabra: porque el amor es, quizás, otra carga histórica; porque amor y mujer no se entienden como en los cuentos de hadas, su relación es más controversial, es mucho más que eso.
Abram Bravo Guerra
Galería Habana
Calle Línea No. 460, entre E y F
Vedado