Alfredo Sosabravo es un artista ajeno a las edades y los encasillamientos. Llega a sus noventa en plena forma, mostrando una vitalidad inmutable. Algunos afirman que Sosa se ha escapado del tiempo para vivir en un “insomnio de sueños fecundos”. Lo cierto es que ha cultivado por más de siete décadas la pintura, el grabado y la cerámica reformulando en cada uno de ellos su estilo personal.
Merecedor del Premio Nacional de Artes Plásticas en 1997 Alfredo Sosabravo (Santa Clara, 1930) se interesó tempranamente en la música y la literatura hasta llegar definitivamente al campo de las artes plásticas. Según el propio artista ha declarado en más de una oportunidad, Cundo Bermúdez, Wifredo Lam, Amelia Peláez y René Portocarrero fueron sus principales referentes y el acercamiento a sus respectivos trabajos lo impulsó a incursionar en la pintura y buscar su propio lenguaje estético.
Sus crónicas cotidianas pletóricas de colorido se afincan en una suerte de realismo mágico que el artista ha ido estructurando a partir de una lógica de generación simbólica que parte del surrealismo y el pop-art. De esta manera hombre, naturaleza y máquina se metamorfosean en una entidad indivisa, provocadora y lúdica.
En tiempos de distanciamientos, Sosa persevera en multiplicarse. Así, en colaboración con el Museo Nacional de la Cerámica Cubana Contemporánea se ha inaugurado la exposición virtual Discos de Colores (www.behart.net/alfredo-sosabravo) dedicada a su obra en cerámica con platos y discos. Asimismo, el Centro de Información “Antonio Rodríguez Morey” del Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes presenta un repertorio bibliográfico de su trabajo a través de Sosabravo. Memoria documental.
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