La galería Collage Habana del Fondo Cubano de Bienes Culturales exhibe la exposición Tres Tristes Tigres donde se suma el trabajo de Douglas Pérez, Luis Enrique Camejo y Kelvin López.
Buscando “reconstruir” una ciudad desde la nostalgia y la remembranza, los artistas ofrecen sus particulares visiones de La Habana, una ciudad que ha sido terreno fértil de disquisiciones metafóricas de la más diversa índole. Para ello han escogido como punto de partida la famosa novela de Cabrera Infante, un clásico de la literatura nacional que según el propio autor debía leerse de noche y en voz alta. La ciudad de la bohemia y el goce, del calor caribeño y las pasiones a flor de piel.
Según reza el texto curatorial, a cargo de Iván Camejo “Hay un momento en que, ya sea por la creciente dicotomía entre lo real y lo imaginario, o solamente por acercar un poco nuestro anhelo a algo palpable, uno se ve de repente construyendo su propia casa, su propia ciudad, su propio mundo. Cabrera Infante lo intentó con su novela Tres Tristes Tigres, quizás sin predecir que el éxito mayor no fue exactamente esa Habana del idílico año 58 edificada desde su dominio magistral del lenguaje, sino el propio proceso constructivo, la manera de contar tan nuestra y a la vez tan renovadora y universal que hoy nos acerca a su novela como un gran juego de palabras que pudo haber sido dedicado a La Habana, a París o a Ulan Bator, ya no importa.”
La Habana como territorio en conflicto, presta a desdoblarse y ofrecerse. La Habana de las ruinas edilicias y mentales. La Habana de Douglas, en su proyección lúdica y fabuladora; la metrópoli en el soliloquio monocromo y taciturno que persiste en Camejo; o la tribulante capital de iconos arquitectónicos republicanos que clama desde los golpes de cuño de Kelvin.
“Cada obra es otra ciudad y la misma. Cada una carga con su propia soledad, o su esperanza, con lo posible llevado a veces al extremo de lo absurdo, o construido otras con pedazos de la historia. Porque la ciudad, al igual que en la novela, es también un personaje que respira y siente, y nos enseña sus lugares comunes porque sabe que en el reconocimiento está la verdadera empatía.”
Isabel María Pérez Pérez