Hace ya casi 100 años que Víctor Manuel viaja por primera vez a Europa, específicamente a París, donde conoce y estudia la pintura clásica, sobre todo a los primitivos italianos y, además, se pone en contacto con la pintura moderna. Ahora, algo de su obra ha retornado una vez más, a modo de exposición personal, pero para el Palazzo della Cancellería de la Santa Sede.
Bajo el título Víctor Manuel, la muestra ha sido organizada por la embajada de Cuba ante la Santa Sede y el Pontificio Consejo de la Cultura, con la colaboración de la galería Bettini and Co. y su director general, Eriberto Bettini, quien además es el curador. Está conformada por Mujer sentada, Cabeza y Paisaje, correspondientes a los años 20 y 30. En su discurso, el embajador de la Isla ante la Santa Sede, René Juan Mujica, precisó que las restricciones impuestas por la pandemia limitaron el tamaño de la muestra, sin perjuicio para su significación y alcance como hecho cultural.
La vocación por la pintura se manifiesta muy tempranamente en Víctor Manuel García (La Habana, 1897-1969). Matricula en 1910 en la Academia San Alejandro, La Habana, donde también es discípulo de Leopoldo Romañach. Años después realizaría su primera exposición en la habanera y céntrica Galerías de Arte. Para 1925 las inquietudes por cambiar el sistema de la expresión artística en Cuba lo empujan a viajar por vez primera a Europa. Comienza a firmar Víctor Manuel durante su estancia en París. Dos años más tarde, en el 27, ya está de regreso y toma parte en dos exposiciones importantes: en febrero, en una muestra personal; en mayo, participa en la Primera Exposición de Arte Nuevo, que marca el inicio de la pintura moderna en la Isla.
En 1929, estando otra vez en París, pinta su hoy llamada Gitana tropical, pieza que devendría símbolo de todo su arte y que se exhibe en la muestra permanente del Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana. A su regreso de la “ciudad luz” el artista posee un estilo propio e inconfundible, expresado a través de dos temas que nunca abandonaría: las cabezas femeninas y los paisajes cubanos. Obtiene premios en las Exposiciones Nacionales de Pintura y Escultura de 1935 y 1938. El Salón Anual de 1959 incluye, como un homenaje, una exposición retrospectiva de su trayectoria como dibujante y pintor.
La vida y obra de Víctor Manuel han sido abordadas por los principales críticos, poetas e intelectuales de su época y también por otros hasta la actualidad. Destaca la aproximación de Graziella Pogolotti que, a propósito de su tela Vista de una calle (1936), expresó: “Reducir la obra de Víctor Manuel a una visión bucólica del mundo, equivaldría a simplificarla en extremo. A veces sus paisajes adquieren tonos sombríos. Los azules juegan con grises, se vuelven amenazantes. Una silueta se desliza por una calle siempre silenciosa. A la vuelta de una esquina asoma el perfil blanco de un cuadrúpedo indeterminado. Chagall lo hubiera puesto a volar. Pero la magia de Víctor Manuel nace, precisamente de la escena banal que sobrepasa el costumbrismo, y que resulta en su silencio, en su contención, inexplicablemente irreal”.
Durante la inauguración de la expo Víctor Manuel, el crítico de arte Luciano Caprile exaltó los valores de la obra de Víctor Manuel, quien estuvo en contacto con los grandes maestros de su época, sobre todo en París, sin dejarse “envolver por las revoluciones propuestas por las vanguardias”, pues las acogió para nutrir el claro diseño protegido por la sensibilidad original. Por su parte, Eriberto Bettini resaltó el significado de la presente muestra como un homenaje a uno de los grandes de la pintura cubana, después del reconocimiento tributado el año pasado a Wifredo Lam en el mismo lugar: Roma.
Isabel M. Pérez Pérez
Con información de Prensa Latina e imágenes de piezas pertenecientes a la Colección del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana