El artista declara. Conversación con Aimée Joaristi
DM: ¿Cómo haces contacto con la Bienal de La Habana y quien decidió tu participación en el evento?
AJ: A la Bienal pasada yo vine como turista, vine con un grupo de coleccionistas. Me sentía incomodísima y me decía: “que estoy yo haciendo aquí, viendo todo esto, cuando lo que tengo que hacer es estar del otro lado, no del espectador sino del artista, no contemplando sino produciendo. Yo tengo que venir a la Bienal de La Habana como artista”. Se me metió entre ceja y ceja y me puse inconscientemente a trabajar en ello. Luego tú sabes cómo se dan las cosas de la vida: en un lugar de repente conoces a alguien, le dices que eres cubana y que quieres estar en la Bienal… Esa persona fue el crítico y curador cubano Andrés Isaac, quien coincidió conmigo en el viaje anterior. Ambos llegamos a la conclusión de que teníamos que hacer todo lo posible por venir a la Bienal. Entre él y yo comenzamos a contactar a la gente adecuada para hacer nuestras propuestas. Hice dos propuestas que fueron rechazadas. Entonces realicé una tercera propuesta, y para ella me aseguré de hacer una cosa que fuera de corazón, que integrara y no interpelara, y que fuera performativa. Entonces surgió este tema: Enróllate conmigo. Como estamos frente al malecón, y el malecón es para una persona como yo, que no he vivido en Cuba, un lugar de preferencia de los cubanos, donde se sientan a ligar, yo quería estar en esa zona de ligue, de amistad, de abrazo, de sex-appeal, vinculando el edificio donde me hospedaba con la gente que estaba en la calle.
Entonces Enróllate conmigo tiene dos nombres, y hay en ello un poco de ironía que es un recurso que a mí me gusta mucho. Esta Enróllate conmigo o Corta el rollo. Se puede leer por cualquiera de los dos lados. Ahora nos enrollamos, o ahora cállate, deja de mentir, de lo que se trata la propia vida, el ir y venir de las cosas. El performance fue para mí el acto más importante de la obra, que terminó casi ese mismo día de su realización, aunque la pieza quedó unos cuantos días más… Yo traje una obra especial para regalar en el malecón que se llama La ofrenda. Para mi es una obra triste, aunque la gente tal vez no la observa así. Yo salí de Cuba con 2 años y no volví hasta los cuarenta, hablar de ese tema me emociona mucho… En la obra hay llantos, pero también hay rosas. Es una obra que recorté en pedazos y repartí al público. Creo que repartí unos mil pedazos. Me sentía muy emocionada entre la gente, como un futbolista del Real Madrid, firmando y firmando. Estuvo muy bien porque pude repartir mi corazón a un montón de público cubano, 95 % gente de la calle, tal vez muchas personas ajenas al mundo del arte y eso me gustó mucho más. Cada uno se iba como si se llevara un tesoro. Ese fue para mí el día en que se inauguró y se cerró mi obra del malecón habanero.
En el transcurso del tiempo, mientras preparaba la obra Enróllate conmigo para presentar a la XIII Bienal, Andres Isaac y yo estábamos sentados en el Hotel Inglaterra tomándonos una cerveza. De pronto me viene a la cabeza una imagen: una columna, luego otra, y al final imagino unos pubis. Entonces le pregunto a Andrés: ¿Qué tú crees si pegamos unos pubis a unas 4 o 5 mil columnas de La Habana para tratar de neutralizar la imponencia arquitectónica de esas columnas, que son como falos erguidos? Yo veo a La Habana como una ciudad muy falo céntrica… Se trataba de hacer algo así como un Manifiesto púbico, de recurrir de nuevo al diálogo, a la interpelación de la gente. Esta acción se ha concretado ahora por nuestra cuenta, tanto en La Habana como en la provincia de Matanzas, sin preocuparnos si está dentro o fuera del programa de la Bienal. Hemos documentado todo el proceso. O sea, en realidad he tenido dos piezas, dos intervenciones durante la XIII Bienal de La Habana.
DM: ¿Qué beneficio ha traído para ti venir a la XIII Bienal de La Habana de la mano de un curador cubano reconocido como Andrés Isaac?
AJ: El vínculo con Andrés Isaac comenzó con un matiz puramente profesional, y hemos llegado a realizar cosas muy grandes y en muy poco tiempo, solamente dos años… Donde yo me divierto más es en la pintura abstracta, y con Andrés hicimos una muestra acá en la Galería Taller Gorría donde solo había pintura. Andrés también estaba regresando a La Habana en ese momento luego de 12 años de lejanía. En ese contacto él y yo comenzamos a maquinar cómo hacer crecer mi obra y expandirla más allá del ámbito exclusivo de la pintura. Poco a poco nos fuimos expandiendo juntos, hasta el punto de que casi lo que menos hago ahora es pintura; hago video, video instalación, performance. He terminado realizando una mezcla de todo eso, en un solo espacio. Y claro, he crecido un montón con Andrés. Nosotros pensamos juntos muy rápido, a veces siento que funcionamos como una sola cosa, como una masa de ideas. Nos reímos mucho, la pasamos muy bien, y eso es para mí casi lo más importante.
David Mateo