El artista declara. Conversación con Alexia Miranda (El Salvador)
Artcrónica: ¿Esta constituye tu primera vez en la Bienal de La Habana?
AM: Efectivamente, pero no es mi primera vez en Cuba. Vine en el 2006 invitada por el Centro Pablo de la Torriente Brau para presentar una pieza en el Salón de Arte Digital de La Habana. Mi curador era Ángel Alonso.
Artcrónica: ¿Cuál es la motivación de tu obra? ¿Cómo tu obra se articula con la realidad que genera la Bienal, el tema?
AM: Hago performance y videoperformance. Desde ahí opero en intercambios humanos, es decir, mis piezas en su mayoría buscan generar condiciones para que la gente active la obra de arte. Yo lo conceptualizo, gestiono, estructuro y luego invito al público a que se tome la escena artística. Esa ha sido mi obra desde el 2011 para acá, en un sentido sintetizado.
Artcrónica: ¿Cómo llegaste a la Bienal? ¿Qué te compulsó a presentar tu obra en este evento?
AM: Los organizadores del evento ya conocían mi trabajo por experiencias anteriores con Nelson Herrera Ysla, quien recientemente estaba trabajando en una Bienal Centroamericana con Gerardo Mosquera. De hecho mandé dos proyectos, uno más performático, de acción y otro más interactivo instalativo. Este último fue el que eligieron. Consiste en un tejido colectivo que para la versión de la Bienal de La Habana le llamo Tejido Colectivo Las Medusas. El primer tejido colectivo que yo empecé a activar fue en el 2011 con una plataforma que se llama Catapulta, una plataforma cultural multidisciplinaria que concebí con un amigo cineasta. Por muchos años trabajamos juntos abogando por un arte que demandaba de la interacción. El objetivo principal fue sanar el espacio público, o sea, primero activar el contexto porque en El Salvador nos ha sido negado y limitado por años de guerra: la Guerra Civil, la Posguerra.
Nosotros no somos dueños de nuestros propios espacios, vivimos en una sociedad con miedo, hacia dentro, detrás de los muros, de los portones, casi todas las casa están protegidas con electricidad y alambrados. Al inicio pretendía que la gente interactuara y viviera diferente, o sea, cómo convertir el espacio ordinario en extraordinario a través del arte, eso fue uno de mis principios. Posteriormente surgió el tema de la gaza. Empecé a recibirla como un material de donación y con ella activaba instalaciones en el espacio y la gente las construía de manera híbrida. Luego empecé a encontrarle sentido a la gaza, es simbólica, sana, cura, limpia. Utilizo la gaza en los espacios públicos para limpiarlos de esos contenidos de violencia. La versión del Tejido Colectivo en la Bienal de La Habana constituye una intención de lograr a través de la interacción humana la empatía, la comunicación, la democracia, la colectividad, el ritmo, la transacción energética.
Al mismo tiempo, logra un resultado visual-estructural con coherencia estética pero que surge de un intercambio continuo, de un trabajo minucioso, y a la vez de un –vuelvo a insistir– intercambio, porque aquí hemos intercambiado ideas, patrones, ritmo. Para mí tejer, además de todo el legado que tiene el tejido de la historia de la humanidad, implica tener la capacidad de ceder mi espacio al otro, así intercambiamos ritmos, historias. Llevamos ocho días tejiendo juntos acá, de ocho a doce de la noche. Esto ha implicado compartir las vivencias, escucharnos. Esa transacción de energía es lo que a mí me interesa y así lograr un resultado visual. Integro distintos patrones, algunos tejidos que yo he ido aprendiendo con el tiempo, otros que me invento y otros que surgen de los colaboradores en esa interrelación. Las medusas, obviamente, deviene del tema del Caribe, el animal marino que se mueve así como el viento mueve la obra. La medusa va a su propio ritmo, es dinámica e independiente. La obra también tiene un el elemento político y crítico. Hago con ella una referencia a la obra de Theodore Gericaul, El balsa de las medusas, cuando las autoridades abandonan la balsa, surge la alegoría que activo según mi roll como ciudadano. Como ser humano independiente, soy un punto en este telar y tú eres otro punto en este telar que decides tejer conmigo en colectivo. Juntos hacemos una estructura, si un punto se atasca o enreda esa estructura colapsa y se siente, así que se debe estar pendiente del otro, el otro importa.
Artcrónica: ¿Te sientes satisfecha con la recepción de tu obra en el contexto de la Bienal de La Habana? ¿Sientes esa interacción de la que hablabas?
AM: Estoy muy contenta, satisfecha y agradecida. Primero que mi obra haya sido recibida en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam y que tenga el privilegiado espacio del patio central es un honor. La obra ha tenido un montón de visibilidad y ha sido muy bien recibida. El apoyo de los chicos estudiantes de Historia del Arte de la Universidad de La Habana ha sido primordial en el proceso de creación así como la colaboración de los adultos mayores que fueron mujeres convocadas por el Lam, personal del propio centro que se unió cuando tenían algún tiempo libre, todos se apropiaron y comprometieron con la pieza; y esto le ha dado sentido.
David Mateo y Nayr López García