David Mateo
David Mateo: ¿Cómo surgió la idea de expandir esta XIII Bienal de La Habana hacia la provincia de Matanzas, y cuáles son los propósitos esenciales del proyecto?
Magdalena Campos: Como tú sabes, yo soy una veterana de la Bienal de La Habana desde la fundación, y en esta oportunidad, cuando recibí la invitación de nuevo, pensé que realmente quería dedicarle toda mis energías y tensión a mi ciudad natal que es Matanzas. Por un período de tiempo bien marcado yo he estado insistiendo con Jorge Fernández, que es un amigo, y luego con otros, para que dedicáramos atención al arte de Matanzas, y para que pensáramos que esa provincia podía constituirse en una segunda sede de la Bienal, por razones incluso de geografía. Pienso que Matanzas tiene que ser destino, no punto de paso. Y ese es nuestro eslogan: Matanzas destino, no punto de paso. No es el sitio entre La Habana y Varadero o entre Varadero y Santiago, es un lugar al que uno va realmente porque necesita encontrar, tener un contacto con las raíces y la cultura. Yo he vivido durante mucho tiempo fuera de Matanzas, pero he dedicado continuamente grupos de obras a Matanzas. Todas las obras que yo hice en la última Documenta Kassel fueron dedicadas a la investigación y el análisis de Matanzas.
Cuando recibí la invitación para participar en esta XIII Bienal, me puse también a reflexionar que no solamente se trata de la construcción de lo posible, atendiendo al tema de la curaduría del evento, sino que en este caso para mí sería la construcción de lo imposible. Y lo imposible es llevar la Bienal a Matanzas, tratar de hacer esta idea y este sueño realidad. Empecé a buscar los caminos, los avatares olvidados de Matanzas, y más que nada pensé en la geografía y en la topografía de la provincia. Matanzas tiene ese valle precioso que es Yumurí, la Bahía que es enorme, una de las más grandes del país; tiene tres ríos que la cruzan y tiene ríos subterráneos; tiene las formaciones cavernosas más grandes del país, y una de las más importantes del Caribe. Empecé a pensar en esto, y hablando con mi familia que siempre han sido el cordón umbilical que me conecta a Matanzas, específicamente con una de mis sobrinas que es especialista del medio ambiente, ella me dijo: “ay tiiita, todo lo que tú estás hablando tiene un término científico, y es ‘ríos intermitentes’”. Efectivamente, son corrientes fluviales que a veces se desaparecen, pero con ciertas condiciones ecológicas y geográficas vuelven a aparecer, entonces es como un río fantasma. Y me doy cuenta que este término resume, condensa, lo que estoy tratando de decir, de describir sobre la cultura de Matanzas, en su condición a veces fantasmagórica, todo ese poder, toda esa esencia… Matanzas fue centro de poesía, de filosofía, de música popular y clásica, de medicina, y todo eso desapareció. Pero, además, era el centro de la cultura africana. Y entonces yo estoy tratando de compulsar de una manera muy sencilla, rápida, toda esta idea de que Matanzas es un espacio donde hay posibilidades de ver más de lo que está en la superficie, como los ríos intermitentes: el cauce, el torrente, la fuerza… están ahí, pero no siempre son visibles.
DM: ¿Y sobre qué presupuestos has desarrollado la selección y participación de los artistas?
MC: Pensé, a partir de mis conversaciones con los artistas matanceros, que la fotografía que se hace en Matanzas es buenísima, que la escultura que se hace en Matanzas es buenísima. Está el Taller de Lolo, está Agustín Brake que es una figura en la historia de la escultura en Cuba. Están otros artistas de Matanzas que están calladitos, sencillos, pero con mucha fuerza. Lo que les hace falta es un toque, un pinchacito de alguien que les diga: “tengo fe en ti, creo en ti…”. Yo he sido privilegiada de muchas formas, de muchas maneras; he tenido grandes oportunidades para que mi obra se vea, brille. Pensé entonces que tenía que compartir estos momentos de privilegios con mis coterráneos y ponerme en la parte de atrás. Hacer un acto, no de curaduría sino de “curandería”, de venir de curandera y ayudar a que todos estos artistas se hagan sentir, tengan un protagonismo. A mí no me gusta hablar solo, a mí me gustaría que tú y tu equipo de Artcrónica vinieran a Matanzas, para que vean lo que se está haciendo en Matanzas y opinen por su propia cuenta… Pero es fantástico, simplemente fantástico.
Hemos tratado, fundamentalmente, de ir a cosas que en Matanzas son fundamentales pero que estaban olvidadas. Matanzas tiene una de las farmacias más extraordinarias fuera del Caribe; fue el lugar donde surgió la sinergia de la medicina china, con la africana y la europea. Esa es una fuente de información y de conocimiento extraordinaria. Yo pienso que una conversación de arte desde todas esas fuentes sería maravillosa. La otra cosa importante que yo pienso es que en el siglo XXI, ya casi en la aurora de la tercera década del siglo XXI, hay que preguntarse: ¿qué es un artista?, ¿qué hace un artista?, ¿por qué hace lo que hace? Canalizar esas interrogantes es para mí muy importante, más que presentarme sola en la Bienal de La Habana con mi imagen poética, con mi propia idealización, con mi propio imaginario, y también abrir las puertas a esas otras potencialidades, la potencialidad de lo que hace la historia olvidada o presente, la potencialidad de recursos e ideas que son vernaculares, pero esenciales para la cultura. Estoy trabajando con todo eso.
DM: Tengo entendido que has enrolado a otros artistas internacionales importantes…
MC: No quiero que sea un tratamiento de Mantanzas desde una perspectiva insular, quiero que sea una Matanzas global… Empecé sencillamente a hablar con mis amigos. La mayoría de los artistas, o una buena parte de ellos, son gente con las que yo he trabajado a lo largo de mi carrera en exhibiciones, presentaciones públicas, charlas, curadores que han trabajado con mi obra. Yo invité a tres curadores muy importantes (de Noruega, España y Estados Unidos), son gente muy visible, a que me vinieran a ayudar a seleccionar a los artistas matanceros, porque no quería hacerlo yo ofuscada o enfocada, con preferencias o no preferencias; yo quería hacerlo totalmente desde la orilla, que vinieran otros ojos conmigo para mirar. Y te puedo decir que coincidimos en casi todos los elegidos, los tres artistas y proyectos seleccionados por los curadores son los mismos. Los curadores estaban en distintas regiones del mundo, y cuando me respondieron por correo me di cuenta de la impresionante coincidencia de opiniones. Esa sinergia fue linda, importante.
También me puse a pensar con quién estos artistas hablan de una manera consistente, y con quién pueden continuar el diálogo, quiénes pudieran ser la contraparte del diálogo. Tenemos en total 64 artistas de 10 países, y está distribuidos en toda la ciudad de Matanzas, en fábricas… Buscamos espacios que tenían potencial, que estaban olvidados y los recuperamos.
Los ríos son una parte muy importante de nuestro proyecto, el pueblo forma una parte importante de nuestro proyecto. Es una Bienal para realzar y celebrar la labor de los artistas matanceros en conversación con artistas internacionales, pero es también una Bienal para que el pueblo de Matanzas se descubra, para sanar a la ciudad. Yo quiero poner en paralelo las palabras curar y “curandear”. Yo soy yoruba, hija de africanos. Matanzas tiene tradiciones africanas que, cuando viene la gente de África, se sorprenden de las cosas que pueden encontrar allí.
DM: ¿Qué artistas matanceros has incluido en el proyecto?
MC: En la exhibición tenemos espacios dedicados a tres artistas históricos: Agustín Drake, que es realmente un maestro de la escultura en Matanzas; Ramón Chávez, que es un maestro de la cartelística de la provincia. Yo crecí viendo sus carteles, pero sin saber quién era en realidad; y a Lorenzo Padilla, que fue un matancero que vivió en París por muchos años. Él fue parte de un grupo de cubanos que se fueron al principio a estudiar a París y se quedaron, y han hecho una obra extraordinaria, y regaló a Matanzas, en opinión de un africano, una de las colecciones más extraordinarias de arte africano fuera de África… Yo di tanta lata que me pusieron directora de la Bienal en Matanzas; hacer esto es una cosa extraordinaria, un regalo a mí misma. Yo voy a cumplir ahora 60 años. Es un período de referencias, y pienso que es un regalo para mí, para mi cuidad. He dejado muchos amigos, y he hecho muchos amigos en el mundo; y no están todos acá desafortunadamente. Hay algunos que no están y siento en el corazón que no estén; pero hay muchos que están, y con ellos pienso que hay suficiente propiedad y validez para que después puedan estar lo otros. Y empezamos a hacer, junto con La Habana, Cienfuegos, Camagüey, Pinar del Río, una dimensión nueva de la Bienal de La Habana, que no es solo la capital, que tiene todas estas ramas, estas brechas que se han abierto, y que es solo el mejoramiento y enriquecimiento del proyecto original de esta Bienal, que yo siempre he amado, y que siempre he estado agradecida por él. Porque pienso que fue un proyecto fundamental en el desarrollo de las visualidades y el discurso del vocabulario del arte contemporáneo en Cuba y en el mundo.
DM: Quizás proyectos como este de Matanzas puedan contribuir al replanteamiento conceptual de la Bienal de La Habana…
MC: Sí, estoy segura… Nosotros en Matanzas hemos puesto en duda todo, y esa es una de las ideas del proyecto. No es la idea de la novedad por la novedad, es la idea de ¿cuál es el lenguaje que ahora es necesario?, ¿cuáles son los conceptos que ya no son suficientes para abarcar y realmente describir las ideas que se están proponiendo? Es también un laboratorio. Yo tengo la aspiración de que Matanzas cree el primer Kunshal en Cuba. Eso es algo que yo me he propuesto y espero poder lograrlo con ayuda de mis amigos y las personas que en el mundo han seguido mi obra, y que están llegando mucho a Matanzas y también a La Habana.