Durante el pasado mes de mayo varios medios de prensa anunciaron que Carmen Herrera celebraría su 105 aniversario con la presentación de un mural titulado Un, dos, tres en las calles del East Harlem de Nueva York. Considerada como la abuela cubana del arte geométrico, la intrépida centenaria ha debido ajustarse a la ralentización mundial a que nos han obligado los imperativos para contrarrestar la propagación de la Covid-19.
Esto parece no haber importado demasiado a quien vendió su primera obra casi nonagenaria, a pesar de haber comenzado su formación artística desde los tempranos 8 años de edad, tomando clases privadas con el profesor Federico Edelmann y Pintó; y de haber realizado su primera exposición personal con 23, en los espacios públicos próximos al parque Albear de La Habana.
Lo cierto es que Carmen, quien confiesa trabajar todos los días porque le resulta tan natural como respirar, había aceptado la invitación de Publicolor (una asociación que se dedica a ayudar en escuelas pobres y marginadas de Nueva York) para colaborar con el proyecto de una obra mural para que los estudiantes la reprodujeran en una pared al aire libre de un parqueo de autos del East Side Parkway.
Entusiasmada con participar en este proyecto solidario, la artista decide retomar el juego entre el blanco y negro, un recurso al que ha apelado en numerosas ocasiones. Específicamente a partir del dibujo Diagonal de 1987, se desarrollará el mural, cuyas labores deben retomarse a partir de los meses de agosto-septiembre. De acuerdo a una entrevista publicada en Ars Magazine, la artista asegura que “El lugar donde se va a colocar esta obra suponía un reto, porque es un espacio poco atractivo. Necesitaba algo dinámico para contrarrestar ese ambiente.”
Nacida en Cuba en 1915, Herrera se trasladó a vivir inicialmente a París después de la Segunda Guerra Mundial, donde perfeccionó su minimalismo y su abstracción geométrica, para mudarse en los años 50 a Nueva York, donde reside desde entonces. Aunque asegura haber sido reconocida por la crítica y expuso regularmente en galerías desde los años 1940, no fue hasta que coleccionistas como Ella Fontanals-Cisneros, Estrellita Brodsky y Agnes Gund se interesaron por su trabajo que se inscribió definitivamente en las listas de los creadores más sobresalientes de todos los tiempos.
Sus piezas en la actualidad han alcanzado cifras millonarias, como Blanco y Verde vendido en 3,9 millones de dólares en una subasta que Sotheby’s celebró en Nueva York en 2019. Esta cotización tardía y vertiginosa no se manifiesta en un cambio de actitud de la artista, quien prefiere mantenerse alejada de los temas del mercado del arte, pues pueden “quemar su imaginación o su creatividad”.
Un, dos, tres tendrá más de 16 metros de largo y 5 metros de alto. Aunque han debido esperar unos meses, los jóvenes responsables de materializar el mural colaborarán en un proyecto de una de las dinosaurias actuantes del mundo latino, quien aseguró en un comunicado de prensa “Estoy muy orgullosa de ofrecer esta imagen al Harlem español (…) En particular, estoy orgullosa de que los estudiantes de Publicolor, muchos de los cuales hablan español, como yo, seamos quienes la creamos”.
Especial para Artcrónica
Información e imágenes de www.arsmagazine.com y www.milenio.com