Resulta cada vez más evidente la preeminencia de los coleccionistas y las colecciones privadas en el complejo escenario del arte contemporáneo. No se trata solo de las posibles adquisiciones, los apoyos para garantizar movimientos por bienales, ferias y exposiciones, o para solventar libros descomunales. También se ha regularizado por esta vía el ingreso a los principales museos e instituciones artísticas del mundo.
Hasta hace pocos años, los coleccionistas prestaban sus piezas a las grandes instancias legitimadoras, en una operatoria que les aseguraba no solo un lugar en el panteón de los selectos, sino que vehiculizaba el posicionamiento del artista y la pieza temporalmente cedida. Eventualmente, colaboraban en adquisiciones o concedían piezas puntuales de indiscutible pedigrí. Ahora esa una norma regularizada: ingresar a las colecciones de los museos a través de las donaciones de las colecciones privadas. De acuerdo a estos mecanismos ingresan lotes considerables, obras y artistas de amplia gama, que de otra forma quizás nunca hubieran accedido a tales previos. Ya sea por unas razones u otras, la tendencia de coleccionar “coleccionistas” parece verificarse como el signo distintivo del circuito de los museos de arte, tanto los de ejercicio público como privado.
Tal es el caso de la Colección Cisneros, de Patricia Phelps de Cisneros. Su gestión es ampliamente reconocida y recientemente recibió mucha publicidad a partir de una dilatada donación al MoMA. El conjunto de piezas donadas incluye ejemplos de arte moderno de importantes artistas latinoamericanos, dentro de la tradición de abstracción geométrica, realizadas entre la década de los cuarenta y los noventa. Los artistas representados en esta donación trabajaron en Brasil, Venezuela, Argentina y Uruguay, e incluyen a Lygia Clark, Hélio Oiticica, Lygia Pape, Jesús Rafael Soto, Alejandro Otero y Tomás Maldonado, entre otros. Estas casi 150 obras muestran todo un capítulo del modernismo internacional, que permite una lectura más compleja del arte moderno como un movimiento internacional con una presencia importante desde América Latina.
En su nuevo esquema organizativo, que recién se estrenó hace unos días, el MoMA exhibe el conjunto como un capítulo independiente, como parte de sus más de 4.000 metros cuadrados en espacios de exposición.
En próximas ediciones de esta sección, Artcrónica ofrecerá más información sobre la reapertura del MoMA y la inserción en ese discurso curatorial de América Latina y las colecciones privadas.