Una fecha capicúa es una como la del 22 de febrero de 2022 (22-02-2022), lo que significa que puede leerse de la misma forma: de derecha a izquierda y al revés, algo que algunos especialistas creen que tiene un significado energético e importante. Quizás fuera solo pura coincidencia que ese mismo día se verificaba la entrega oficial del Premio Nacional de Artes Plásticas 2021 al destacado artista visual Alberto Lescay Merencio.
Como ya resulta habitual, el teatro del Museo Nacional de Bellas Artes, ubicado en el Edificio de Arte Cubano, recibió al artista, a sus amigos, colegas, familiares, a la vez que a especialistas, críticos y funcionarios que concurrieron para agasajar a un singular personaje del escenario artístico de la Isla. Por demás, “santiaguero nato y neto, cubano raigal, un artista que convirtió, a partes iguales, la creación y la promoción del arte en la divisa central de su existencia”.
Así lo calificaba el crítico, poeta y actual director de la revista de nuestra Biblioteca Nacional, Rafael Acosta de Arriba, quien tuvo a su cargo las palabras de elogio. Agregaría luego que ese “nieto de mambí del 95, dueño de una obra en la que hierven en aquella olla de hierro utilizada en la pieza [del monumento al] cimarrón, lo antillano y caribeño, la ritualidad de lo africano profundo, el Palo Monte y el Vodú, la fiesta sacrificial, la muerte y la vida, junto a los códigos del mejor arte occidental y el feroz mestizaje surrealista de Wifredo Lam, creció y creció desde mediados de los [años] setenta del pasado siglo, hasta convertirse en una figura descollante de la cultura nacional”.
El propio Lescay, en su intervención, afirmaría: “Este premio me registra, y me ha conmocionado. Un día como hoy, lunar, catalogado para meditar, amar, es un regalo para todos nosotros y quiero que lo compartamos. Decía que el premio ya valió la pena, porque ha hecho que nos reunamos”.
Para ese artista que tiene en su haber piezas monumentales a lo largo y ancho de toda la geografía nacional, junto a otros emplazamientos en más de una veintena de países, a lo que se suma una vasta producción de pinturas, dibujos, instalaciones y esculturas de pequeño y mediano formato, el Premio Nacional de Artes Plásticas, como galardón, “es a la obra de la vida QUE CONTINÚA, porque tengo mucho que hacer todavía… y no los voy a defraudar”. Inmerso en el colosal proyecto de homenaje a José Antonio Aponte en las afueras de la capital, Lescay no solo está ahora mismo “rumiando” las estrategias de su próxima exposición o su siguiente pieza para el espacio público, sino que a la vez anda planteándose cuáles nuevos proyectos debe apoyar y fomentar el Sistema Caguayo en su incansable búsqueda de mejores posibilidades de realización y visibilidad para las artes monumentales y aplicadas en el país.
Ampliamente abordado por la crítica, pero también por los poetas y los literatos, la vida y la obra de Alberto Lescay contienen el signo visible de la hibridez y el maridaje de materiales sígnicos, simbólicos y sensoriales de muy amplio espectro. Dispone de una diversidad en la cual se conectan –también se reformulan– credos, imaginarios, tropos, alegorías y herramentales técnicos.
Nuestro Premio Nacional de Artes Plásticas 2021, casi al final de la tarde, expresaría además: “Nunca he trabajado para Premios. Respeto mucho al Jurado, yo mismo he sido jurado en diversas ocasiones. Pero sigo pensando que, al menos en mi caso que he desarrollado una obra en espacios públicos, el juicio de la gente común en el tiempo es el más importante. Ese es el premio más difícil, el que otorga ese jurado gigante que es el pueblo y que nunca se equivoca”.
Isabel M. Pérez Pérez