Las mujeres en al arte cubano han ocupado históricamente un espacio singular. Sin embargo, con la llegada del nuevo milenio dos longevas artistas han despertado un interés particular, dada el curioso posicionamiento que han alcanzado pasados los noventa años de edad.
Aunque Carmen Herrera comenzó a pintar en la década de los cuarenta, su reconocimiento no llegó hasta principios de los dosmil, con su primera venta de un cuadro en 2004, cuando contaba con 89 años. Quince años más tarde, hace solo unos meses, se anuncia en Sotheby’s una venta por 3.900.000 dólares, de su óleo Blanco y Verde pintado entre 1966 y 1967.
La obra se vendió en una subasta benéfica para recaudar fondos que serán destinados a la formación educacional de jóvenes mujeres y en la que todas las piezas del conjunto son creaciones de mujeres que donaron sus trabajos para esta ocasión. Un proyecto copresidido por la estrella televisiva estadounidense Oprah Winfrey y la presidenta emérita del museo MoMA de Nueva York, Agnes Gund de Ghada Amer, que incluía a Alice Aycock, Cecily Brown, Mariana Cook, Jay DeFeo, Liz Glynn, Katharina Grosse, Jane Hammond, Jenny Holzer, Roni Horn, Chantal Joffe, Louise Lawler, Vera Lutter, Beatriz Milhazes, Mariko Mori, Sarah Morris, Catherine Opie, Dorothea Rockburne, Ursula von Rydingsvard, Cindy Sherman, Jean Shin, Kiki Smith y Carrie Mae Weems.
Según la crítica especializada, la clave para entender el estilo de Carmen Herrera es recordar que, antes de salir de Cuba, se formó como arquitecta. Esta base se puede ver en su necesidad de usar medidas y herramientas para crear arte ordenado en un mundo caótico. En un artículo para el New York Times, el crítico Ted Loos caracteriza su trabajo como “simplicidad audaz de la firma: bloques de color bien delineados a menudo energizados por una fuerte línea diagonal”.
Zilia Sánchez, por su parte, resultó uno de los nombres más referenciados en la 57 edición de la Bienal de Venecia de 2017. Esta cubana radicada en Puerto Rico y poco atendida por la crítica internacional se reveló de manera definitiva durante el evento más antiguo del mundo, como una de las artistas mujeres más sugerentes y jerárquicas del siglo XX cubano. En el denominado Pabellón Dionisíaco de El Arsenale, impresionaba una serie de tres bellos lienzos que con contenido y preciso lirismo festejaban los atributos esenciales del ser femenino y el erotismo que lo desborda. Obras abstractas donde lo pictórico y lo escultórico se fundían, pletóricas de sensualidad y erotismo, con un exquisito dominio del color expresado en una limitada paleta.
Para ese momento la artista ostentaba 91 años de edad, a pesar de contar con una sólida y sostenida obra, y de haber participado en eventos importantes como la Bienal de Sao Paulo, no ha había gozado de amplio reconocimiento internacional y solo en los últimos años le prestaron atención las grandes revistas especializadas y los espacios del mainstream.
Ambas nacieron en La Habana. Carmen tomó lecciones privadas de dibujo y estudió después en la Escuela Marymount de París y en la Universidad de la La Habana –Arquitectura– por un año. Luego vivió entre Nueva York y París, sin dejar de visitar sistemáticamente La Habana hasta inicio de los sesenta. Zilia, por su parte, estudió en la Academia de Artes Plásticas San Alejandro e integró la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo. Desde 1960 reside fuera de la Isla, transitando por España, Italia, Canadá y Estados Unidos. Ha desarrollado su trabajo como pintora, grabadora, escultora y profesora.
No se trata de haber llegado tarde, es más bien haber llegado incólumes, como flores inmarcecibles más allá de los tiempos.
Texto: Isabel M. Pérez Pérez
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