Desde la pasada semana la Biblioteca Nacional de Cuba “José Martí” exhibe las Habanas posibles de Luis Enrique Camejo. Se trata de una selección que busca celebrar los 500 años de la ciudad en la mirada de un artista que desde hace mucho tiempo anda obsesionado con ella. La Habana en el mundo y el mundo en las “camejinas” ciudades sutilmente bosquejadas por uno de los más prolijos pintores de la generación de los noventa.
Pletóricas de escepticismo e irrealidad, preñadas de energía y movimiento, las Habanas de Camejo acarrean relatos de muy diversa índole. Ya sean escenas íntimas, personales, ordinarias o insólitas, en su conjunto resultan la transposición de las miradas que el artista colecta para luego esparcirlas –condensadas– sobre una infinitud de papeles y telas de todos los formatos imaginables.
Según las palabras de Iván Camejo “Las Habanas de Camejo son instantes atrapados en el lienzo que, no por fugitivos son perecederos, porque son la expresión de una visión particular que no es la misma siempre aunque parta del mismo sujeto. La manera de mirar del artista es la del que sabe el secreto de las posibilidades de la ciudad y lo transmite a cuadros, cada uno con su propia reflexión, con su propia historia, a veces con trazos que en ocasiones tienen el desenfado y la confianza que la ciudad expresa.”
Monocromas, elegantes, hieráticas las Habana de Camejo pareciera que no inquieren, ni siquiera esperan nada. Solo luego de traspasar la primera impresión atisbamos los dosificados signos de turbación, de contenida convulsión. Es ahí donde deberíamos sumergirnos y aquilatar la ambigua perspectiva de la metrópoli que nos propone este pródigo hijo adoptivo.
Isabel María Pérez Pérez