El Aula Magna de la Universidad de La Habana acogió la graduación de la Cosecha 32 del Instituto Superior de Diseño (ISDi). Se trata de 267 diseñadores –unos de Diseñador Industrial y otros de Diseñador de Comunicación Visual– quienes han vivido un fin de carrera diferente, matizado del nuevo reto que impuso la pandemia de la Covid-19.
Artcrónica quiere compartir con nuestros lectores el discurso de José “Pepe” Menéndez, egresado de Diseño Informacional de la Primera Cosecha del ISDi, Padrino y Consejero de esta Cosecha 32.
Queridos colegas diseñadores:
Me siento honrado de cumplir el rol protocolar de ser padrino del significativo acto que celebramos hoy. No lo hice antes ni tuve padrino en mi propia graduación. Comparada con esta, aquella fue una ceremonia muy modesta, como modesto era entonces el ISDi. Tuvo lugar en julio de 1989. Existía la Unión Soviética, los teléfonos eran todos fijos y de discar y ninguno de ustedes había nacido. Me impresiona mucho decir esto. No porque el tiempo se vaya volando –esa frase tan manida– sino por constatar que la vida se hace de ciclos. Al venir aquí y dirigirles la palabra esta tarde se cierra un ciclo para mí y se abren los de ustedes.
Podría decirse que una graduación es un instante en que se superponen mágicamente pasado y futuro. El tiempo de estudio quedará atrás para siempre y pasará a ser recuerdos compartidos, anécdotas que serán contadas una y otra vez, probablemente con añoranza. Quizás no han reparado en que al entrar hoy aquí ustedes se están juntando por última vez. Todos los días y meses del ISDi, años que ojalá hayan sido maravillosos, se convierten ya en un pasado que no volverá. Y al abandonar este recinto, todo será futuro. Sus vidas tienen ahora más puertas que esta sala. Cada cual tomará la suya, no siempre a conciencia. Hay mucho de azar en los rumbos que seguimos.
Como es de rigor que les dé consejos en este instante de ciclos mágicos de pasado y presente, en este crucial momento de vuestras vidas en el que me ha sido otorgado el honor de susurrarles algo al oído, elijo decirles: sean felices. Ahora que tienen un papel que lo certifica, disfruten ser diseñadores. Dondequiera que los lleve la puerta que elijan, entreguen siempre su mejor talento. Ningún proyecto carece completamente de valor, del mismo modo que no hay suma de dinero capaz de justificar la falta de rigor y la mediocridad. No se traicionen.
Sean agradecidos. Cuando miren atrás concédanse la bondad de ser magnánimos con lo que recibieron en Belascoaín 710. No dudo que algunos de ustedes quisieron más y hasta lo merecieron. A pesar de las posibles e inevitables insatisfacciones, espero que cada cual sepa guardar en su corazón la ilusión que esta universidad les dio. Aprender es tener fe en el conocimiento. Diseñar es tener fe en que lo útil y lo bello harán mejor nuestro mundo.
Siendo portador yo mismo de una enorme fe en el diseño y en lo que José Martí llamó la utilidad de la virtud, asumo esta tarde el rol imprevisto de padrino de la 32 graduación del Instituto Superior de Diseño y les doy, deseándoles salud y suerte, mi bendición.
Muchas gracias.
La Habana, 6 de noviembre de 2020