A estas alturas parece una ingenuidad esperar algo “nuevo”; algo con todo el peso de ruptura, renuncia, olvido y recuerdo, que el concepto del termino pudiera comprender. Racialidad, migración, arraigo o desarraigo son nociones que ya hemos visto abordadas –más de una vez– en el histórico gran show de la plástica cubana. Precisamente Alas de árbol, muestra que acoge Galería Habana desde el 24 de octubre, vuelve al drama. Se las arregla para reunir en un mismo espacio a María Magdalena Campos-Pons, René Peña y Adonis Flores en una propuesta que desempolva viejas cuestiones y –aunque no novedosa– termina por ser interesante.
La exposición se mueve principalmente en la fotografía, ya sea en su estado natural o intervenida, contrastada por una escultura cinética de Flores. En general, Alas de árbol propone una suerte de vuelta a la semilla o reflexión sobre la herencia; una especie de recorrido emocional que condensa la historia y nostalgia del migrante, la autorreflexión racial desde la óptica del sujeto excluido –o diferente–, y la mirada conmocionada ante los mitos y conflictos del origen trasatlántico. De eso va un árbol con alas: de volar sin olvidar raíces, de alimentar eternamente el origen. En definitiva, el tema de siempre regresa desde una historia individual que transita a lo colectivo, para volver al drama incesante de la existencia.
Abram Bravo Guerra
Galería Habana
Línea No. 460 entre E y F
Vedado